El tono del segundo debate entre las y el contendiente a la presidencia de la República, particularmente por la actuación de Xóchitl Gálvez, me recordó el tan criticado desempeño de Donald Trump contra Joe Biden en su debate presidencial de septiembre del 2020, donde Trump se comportó como todo un “bully”, rebajando el nivel de la discusión a mínimos del decoro en varios segmentos, lo que fue calificado como “más bien el equivalente a un combate de boxeo”.

En EU se viene cuestionando la utilidad de llevar a cabo debates, porque se considera que han pasado a ser más “shows mediáticos”, que medios efectivos para informar al electorado para que, vía el contraste, con argumentos, se responda a los temas que afectan e interesan a los electores. Cabe recordar que Trump perdió en 2020 la presidencia contra Biden, lo que se atribuye, en gran parte, al modo tóxico que adoptó en su campaña, que se vio reflejado en su manera de debatir.

En esta contienda presidencial de 2024 se está discutiendo sobre “recuperar el objetivo” original de los debates (como el icónico entre John F. Kennedy y Richard Nixon, en 1960). Y es que el consenso en ese país es que los debates se han convertido en “eventos de provocación e irritantes, donde en especial alguno de los candidatos se enfoca, no en debatir, sino en agredir, intimidar, interrumpir y divagar con demagogia; las reglas se han erosionado tanto que se aprende poco, o nada sobre sus proyectos, y algunos candidatos se comportan de manera no profesional”. No se trata de que los debates se vuelvan monólogos (evidentemente debe haber confrontación y polémica, que puede ser álgida y dura), pero eso es diferente a que se salga del terreno de lo argumentativo, para caer en la descalificación para golpear.

Lamentablemente en México, la oposición celebra estos vicios y aún peor, promueve que el objetivo de los debates sea “destruir” al oponente, como lo han afirmado varios de sus exponentes. En ese sentido, hacia el tercer debate es previsible que a Claudia Sheinbaum le esperen una serie de ataques maquinados, entre guerra sucia y agresiones, de parte de Xóchitl Gálvez, aunque con ello se violen los acuerdos con el INE de respetar los lineamientos establecidos para desarrollar un debate enfocado en propuestas, interacciones e intercambios de ideas, constructivo, y sano.

De esta forma, y dado que uno de los temas que se tocarán en el próximo debate será el de “inseguridad y crimen organizado”, que ha sido el puntal de la campaña de miedo de Xóchitl, es muy probable que el tono del debate gire en torno a la campaña negra que la oposición ha entablado contra Claudia y el presidente López Obrador; y se enfoque en lucrar y sacar toda la “raja política” posible de la actual situación de violencia en el país, para lanzar acusaciones de manera sistemática, para que otra vez el estilo del encuentro sea boxístico.

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Frente a esto, en diferentes medios empiezan a surgir especulaciones sobre si Claudia irá al último debate. Por ejemplo, El Financiero en estos días publicó el editorial: “Posibilidad de que Claudia no asista al tercer debate”, señalando que su equipo “pondera desde ahora la conveniencia de no presentarse al debate y asumir los costos políticos y las sanciones económicas del INE, para así evitar que vuelvan a ‘insultar’ a Claudia Sheinbaum”.

¿Debe ir Claudia al tercer debate?

Por su gran rezago en la contienda frente a Claudia, y porque la dinámica de este debate tendrá un ejercicio “cara a cara, con preguntas cruzadas entre las y el contendiente”, es muy posible que Xóchitl se presente en modo bully 2.0. y se den las condiciones para que busque exhibirse en una batalla campal que obstaculice el desarrollo de una discusión ordenada. La teoría sobre la materia de debates señala ventajas y desventajas que se deben considerar para decidir “debatir” con un “agresor”.

Ventajas:

  • Muestra de resiliencia: soportar agresividad disruptiva es muestra de resiliencia y capacidad para manejar la presión de manera efectiva.
  • Demostración de competencia: navegar con éxito entre descalificaciones y agresiones permite demostrar conocimientos y experiencia en los temas a tratar.
  • Compromiso con los partidarios: atajar violencia y golpes tiene el efecto de lograr el apoyo de los indecisos; y de parte de la base de seguidores, aumenta el compromiso.
  • Mayor exposición: este tipo de “debates” tienden a atraer una importante atención mediática.

Desventajas:

  • Distracción del mensaje: los ataques constantes pueden distraer la atención del mensaje y las propuestas políticas previstas por el candidato.
  • Percepción negativa: Estar constantemente a la defensiva y en el contra-ataque puede erosionar la confianza en las capacidades de liderazgo.
  • Interrupción del “momentum”: se puede interrumpir la capacidad del candidato para impulsar su “momentum” positivo y ganar tracción entre los indecisos.
  • Riesgo de perder el control: las agresiones pueden intensificarse rápidamente, dejando al candidato vulnerable a errores, deslices y dificultarle recuperar el control del debate.

En esta última milla, Claudia mantiene una amplia ventaja electoral por lo que podría evitar exponerse a acoso innecesario, sin que se afecten sustancialmente sus números. El mayor riesgo de ausentarse sería enfrentar la narrativa que ya prepara la oposición de que “tiene miedo”, como cuando López Obrador dejó su lugar vacío en el debate presidencial del 2006, con consecuencias muy negativas. Sin embargo, en esa ocasión la carrera presidencial estaba muy reñida.

Considero que pese a las dudas que empiezan a circular, Claudia debe asistir al debate y fincar su participación en la condición de que los moderadores hagan cumplir las reglas con firmeza e imparcialidad para que haya integridad y eficacia en la discusión. Y ella hacer hincapié frente a la audiencia que, ante todo, buscará privilegiar el nivel de respeto en el debate, y la civilidad política, por lo que mantendrá su enfoque en comunicar su proyecto y propuestas.

En el bloque frontal anunciado por el INE, de preguntas cruzadas entre contendientes, creo que debe evadir bajarse al ring de boxeo de Xóchitl, no caer en ese juego sucio, y ante las provocaciones: 1) Reenfocar 2) Agregar contexto 3) Dirigir la atención siempre hacia sus mensajes clave, e ideas y argumentos centrales. Y confrontar con decisión (Claudia, como “incumbent” -que es quien representa el proyecto en ejercicio- debe focalizarse no solo en lo logrado, sino en reafirmar su visión de futuro y dejar muy en claro la amenaza de regresar al modelo pasado).

Aún y con todas las desventajas, Sheinbaum tiene nuevamente la oportunidad de ponerse por encima de cualquier tipo de acusación y de confirmarse como la líder que, en el clima político actual del país, se necesita. De marcar una diferencia con entereza y convicciones. Y de mostrar su estatura presidencial y visión de largo alcance, más allá de debates coyunturales, para consolidarse frente al electorado como la mejor opción para México. Por su parte, y por la tendencia que presentan las encuestas más recientes, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez seguramente habrán de presentar en este último debate sus mejores cartas para buscar ganar votos en la disputa por el segundo lugar electoral.