No es una novedad para nadie escuchar que México es un narco Estado. Sin el ánimo de reparar en filias o fobias partidistas, es bien conocido el hecho de que el crimen organizado ha penetrado en lo más profundo de las fibras políticas.
Si bien, es verdad que Genaro García Luna ha sido, al dia de hoy, el único ex funcionario que ha sido encausado y condenado, basta con echar un vistazo a los reportajes hechos por nacionales y extranjeros en relación con el cartel de Sinaloa y el huachicol.
A juicio de cualquiera resultaría inexplicable el ascenso del dominio territorial por parte de los delincuentes sin la complicidad -por no decir connivencia- de las autoridades públicas; desde el más humilde edil en un pueblo de Chiapas hasta altos funcionarios del gobierno federal.
No obstante esta realidad que lastima al país, los propagandistas de Morena, desde voceros oficiales hasta personajes como Epigmenio Ibarra recurren reiteradamente a la misma escapatoria discursiva: García Luna. Lo hacen una y otra vez, como si se hubiese convertido en un deporte nacional en el cual son poco talentosos.
El diputado Arturo Ávila, vocero de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, político con escaso carisma pero que ha resultado funcional para repetir lo mismo en cada mesa de debate, encabeza esta lista de bufones cuya única labor es limpiar el rostro del gobierno con el nombre sucio de García Luna.
Como si efectivamente la responsabilidad del gobierno de Felipe Calderón y sus supuestos vínculos con el crimen organizado exonerase de toda culpa a los del presente, evocan el nombre del ex secretario en una suerte de salida falsa. Falsa, sí, pero de sobremanera efectiva para sacudirse las enormes sospechas de corrupción y de complicidad con el crimen organizado que pesan sobre los hombros del régimen que hoy gobierna.
La presidenta Claudia Sheinbaum, en vez de hacer alusión a Genaro Luna, quizá debería dedicar sus esfuerzos a librarse de las sospechas que golpean a su movimiento con la investigación de personajes como Rubén Rocha, Américo Villarreal o Adán Agusto López. Sería no solo para responder a Donald Trump sino como un ejercicio de lealtad a los mexicanos que tanto esperan de ella.