Si existe una prueba de la caída de la influencia de los Estados Unidos a nivel mundial, no es necesario más que ver el resultado de la fallida misión del presidente Donald Trump de imponer aranceles a los productos de China que se importan a su país.
El resultado de esta medida fue una contracción de la economía de los Estados Unidos en el primer cuatrimestre y una baja en el tráfico de contenedores a puertos de la costa oeste de los Estados Unidos que adelanta anaqueles vacíos en los próximos días.
Para un presidente que fue electo ante los problemas de inflación y aumentos en el costo de vida, el gambito de una guerra arancelaria con la maquiladora del mundo y sus dos principales socios comerciales en el continente, Canadá y México fue un rotundo fracaso. No se avanzó gran cosa en la reindustrialización de Estados Unidos, ni se logró intimidar al resto de los países del mundo con aranceles.
No importa que Trump de su “vuelta al ruedo” festejando un triunfo inexistente. La realidad es que, ante los ojos del mundo, (un mundo que, de acuerdo a una encuesta publicada este lunes en el portal Politico, por primera vez tiene mejor imagen de China que de Estados Unidos), Washington dobló las manos ante Beijing. Miente quien quiera decir lo contrario.