Para que a nadie queden dudas del fracaso del torpe intento de guerra arancelaria de Donald Trump, su asesor Peter Navarro y el resto de los mediocres integrantes de su gabinete, es el propio mandatario estadounidense quién ya levantó la bandera blanca de la paz (hecha en China) respecto a su enfrentamiento con Xi Jinping, en este momento probablemente el actor político más importante del mundo, por encima de Putin y el ex empresario.
Además de una serie de torpezas cómo elevar los aranceles contra los productos chinos a un descabellado 225%, otros miembros del gabinetillo de Trump cómo el autoproclamado “hillbilly” vicepresidente JD Vance se dedicaron a insultar la dignidad de los habitantes de la República Popular llamándolos “país de campesinos”, cómo si ser campesino fuera en si un insulto, cómo si en los Estados Unidos no existieran campesinos y cómo si esos a quienes despectivamente llama de esa forma no fueran los protagonistas de una de las historias de mayor desarrollo tecnológico y económico en la historia de la humanidad.
Así, en medio de la indiferencia y el descrédito ante una comunidad internacional, con la excepción de algunos títeres y paleros en algunas capitales europeas y alguno que otro latinoamericano de apellido Milei, Noboa y Bukele, Trump ofrece bajar “sustancialmente” los aranceles a China. La realidad es que al país que busca (apenas) transicionar del socialismo al comunismo en un futuro no depende de Estados Unidos, cuyo mercado representa menos de 20% de sus exportaciones.
Los gringos sí dependen de las exportaciones de China para lo que les queda de industria y para no tener los anaqueles de Wal-Mart y las bodegas de Amazon vacías. Así las cosas, ni China, ni la Federación Rusa en medio de un sainete de “proceso de paz” en donde Estados Unidos no deja de abastecer de armamento a Ucrania están demasiado preocupados por lo que haga o deje de hacer un Trump cuyo poder se encuentra dramáticamente acotado con respecto a su primer periodo hace menos de una década. Los MAGA ya perdieron.