Dijo Bertrand Russell: “La ciencia en ningún momento está totalmente en lo cierto, pero rara vez está completamente equivocada y tiene en general mayores posibilidades de estar en lo cierto que las teorías no científicas”.
Por pretender burlarse de la ciencia, Novak Djokovic ya salió de Australia. Lo echaron y no jugará el primer Grand Slam del año.
{username} (@shanemcinnes) January 16, 2022
Por el coronavirus la humanidad ha sufrido como pocas veces en su historia. Afortunadamente, gracias a las vacunas que la ciencia ha desarrollado, estamos frente a la esperanza —fundada, sin duda— de superar la crisis.
Si covid se gripaliza se deberá, en gran medida, a las campañas de vacunación en todo el mundo.
No han sido más exitosas tales campañas porque los ignorantes han decidido no solo no vacunarse, sino trabajar para convencer a otras personas de que representan algún riesgo mayor para la salud las inyecciones de Pfizer, Moderna, AstraZeneca, etcétera.
Las vacunas no son perfectas ni evitan el covid, pero ayudan bastante a que el padecimiento no se agrave.
Nadie puede estar seguro de vacunarse le salvará la vida, pero las probabilidades de que ello ocurra son altas. Sin la vacuna, las probabilidades están en contra.
Cito de nuevo a Russell: “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”.
A pesar de las dudas, la gente sensata y con una mínima información objetiva, ha preferido vacunarse.
El problema han sido los ignorantes antivacunas, absolutamente seguros de que la inoculación hace daño. No se vacunan, convencen a otros de no hacerlo y complican la lucha contra la pandemia, ya que imposibilitan cortar la cadena de contagios y, por lo tanto, contribuyen en la generación de nuevas cepas del virus.
Los gobiernos serios han decidido complicar la vida de los no vacunados. No pueden obligarles a inyectarse, pero sí prohibirles realizar muchas actividades.
Australia exige a sus visitantes una cartilla de vacunación. El campeón del principal evento deportivo de ese país —multimillonario por sus triunfos en los Grand Slam de tenis, como el australiano—, con buena y cara asesoría logró una inadecuada excepción a la regla: pensó que a él, Novak Djokovic, no se le iba a impedir participar en la competencia.
Se equivocó. El gobierno de Australia le quitó la visa y, después de una disputa jurídica —alargada por los excelentes y costosos abogados de Djokovic— deportó al tenista.
A ti te deporto Novak Djokovic, entiéndelo tú antivacunas de todo el mundo. Si estás vacunado, puedes hacer tu vida normal con toda la tranquilidad del pasado; pero si estás seguro de que vacunarse es dañino y por lo tanto rechazas la inoculación, entonces, algunos gobiernos —los más importantes— te van a mear, que fue lo que dijo hace no mucho tiempo el presidente francés Emmanuel Macron.
A Macron se le criticó por eso, pero si mea a los antivacunas habrá cumplido con su pueblo y dado un buen ejemplo al mundo entero. Tan bueno como el que hoy ofrece Australia, de donde Novak Djokovic ya salió en un vuelo de Emirates —que, por cierto, no es la gran cosa como aerolínea: es mejor Aeroméxico; lo afirmo con cierto conocimiento de causa.