Desmoralizado, pero aparentando una más que falsa imagen de líder de opinión exitoso y con influencia en las audiencias y los ciudadanos, el mal llamado teacher por cada vez menos, Joaquin López-Dóriga, dedica sus espacios en radio y otros medios a lanzar letanías sin fin, veneno sin un orden siquiera lógico, hacía absolutamente toda palabra o acción que provenga del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su administración.

Viviendo en una burbuja de adulaciones (ya que el señor tiende a bien bloquear de sus redes sociales a quienes no lo soportan, que son millones y me incluyo) piensa que con un click en su smartphone desaparece a sus detractores y sólo viven aquellos a quienes le envían saludos y lisonjas facilonas y frívolas, las cuales repite con falsa modestia detrás de su micrófono.

Debiera darse cuenta que su inocultable odio hacia el presidente de México ya se vuelve contra él mismo, en forma de energías en ningún modo positivas, que sin duda no sólo dañan la salud psicológica del locutor, sino que seguro también hacen ya mella en lo física: su semblante no engaña al respecto: por él ha pasado, cuál aplanadora, más de una década en cosa de sólo tres años, y eso que aún le faltan tres.

Sus diatribas largas, hasta en ocasiones tiene que hacer pausa y tomar algo de aire para el suministro del oxígeno vital, son odiosas. Si desbloqueara a todos los usuarios de Twitter, a quienes los tiene, según él, borrados de la vida real, se daría cuenta que su desprestigio como comunicador tiene la nada honrosa medalla aurea en México en cuanto a pedantería periodística se refiere.

Y esto no es poco en un sexenio caracterizado por la, de plano, cercanía a la pérdida de cabales de no pocos periodistas que tenían percepciones obscenas en relación a su trabajo realizado, recursos provenientes de las arcas públicas, y que ahora han sufrido draconianas mermas, no arbitrarias sino acaso lo mínimamente justas.

Ojalá supiera don Joaquín que su evidente odio, que raya en lo obsesivo, es directamente proporcional al aumento diario de su rechazo por cada día más, miles y miles de radioescuchas, televidentes y/o lectores. Que le caiga el veinte al López de la comunicación que México vive un cambio, y que la profesión u oficio del periodismo (acaso el más hermoso del mundo, cómo lo califico nuestro Nobel latinoamericano Gabriel Garcia Márquez) no hace sino perder su dignidad cuándo se vende al poder político en turno. Entre más altos sean los montos percibidos por dichos periodistas enfangados, mayor es el daño infringido a su profesión, que no tendrá daños, el daño será para sus extraviados exponentes, en los que, sin duda alguna, se encuentra el señor Joaquín López-Dóriga.

Y para rematar el asunto, tan estériles son sus febriles esfuerzos, que el presidente Andrés Manuel López Obrador está ubicado en el segundo sitio a nivel mundial de popularidad en cuanto a líderes políticos se refiere.

Ginés Sánchez en Twitter: @ginesacapulco