Se excedió Ciro Gómez Leyva, en Excélsior, al decir que “la última línea de defensa de una civilización” la integran seis ministros y dos ministras de la corte suprema.
Se excedió Epigmenio Ibarra, en Milenio, al asegurar que quienes participan en la corte suprema son vulgares comerciantes que “hicieron de la justicia una vil mercancía y solo están interesados en preservar, a cualquier costo, sus privilegios”, juristas cuyo “verdadero propósito es crear una crisis institucional de gran calado” para posibilitar inclusive la “abierta intervención de potencias extranjeras en los asuntos de nuestro país”.
Se excedió Leo Zuckermann, en Excélsior, al calificar de “terrible” lo que según él quieren los y las dirigentes de la 4T: “Desaparecer los poderes judiciales federal y locales para crear un monstruo que, eso sí, ellos controlarán”.
Se excedió Carlos Marín, en Milenio, al afirmar que si Claudia Sheinbaum no acepta lo que decida la SCJN sobre la reforma judicial, entonces llegará “una previsible y descomunal catástrofe”.
Se excedió Pablo Hiriart, en El Financiero, al apuntar que son “dictatoriales”, los “autodenominados supremacistas, comandados por una presidenta de inspiración marxista”: esos morenistas que “van a apropiarse de la Constitución”.
Se excedió Denise Maerker, en Milenio, al apuntar que son como Gonzalo N. Santos —aquel lamentable cacique potosino de finales de los años treinta— dos políticos cercanos a Morena: Adán Augusto López y Bernardo Bátiz, quienes, junto con AMLO y Sheinbaum, nos tienen “a las puertas de una ruptura constitucional”.
Tanto partidarios como críticos de la 4T quizá deberían moderarse. Sus excesos nomás no ayudan a México. #PsicoterapiaNecesaria para atender a neoliberales, anarquistas, socialdemócratas, priistas, maoístas, anarcocapitalistas, socialistas, morenistas, comunistas, marxistas, trotskistas, laboristas, gente de la democracia cristiana, herejes, panistas, nihilistas, ateístas y más.