“Entre el delito y el ridículo, eligen siempre el ridículo.”
Oscar Wilde
Entre ellos, gana el ridículo. También entre ellos, tenemos el país de los cuentos. La fábula de Pedro y el lobo con nueva versión: ‘Simón y la Fiscalía’. ¿A quién creerle? ¿A Simón Levy o al ministerio de justicia de la CDMX? Tan mala fama uno como la otra. ¿Y el público? Entre el tedio y la incredulidad, asistiendo a una tragicomedia judicial que ya parece ópera bufa y no proceso de justicia.
Todo comenzó con el anuncio —a medias, como suele pasar— de que “al parecer” Simón Levy había sido detenido en Portugal con fines de extradición. “Al parecer”, dijeron. Qué seriedad. Ni siquiera pudieron ofrecerle a la presidenta la certeza de la detención en la mañanera. Si los asesores y la Fiscalía capitalina le pasan información sin confirmar, lo mínimo sería que la corrijan antes de que se vuelva titular internacional.
Horas después, Levy reapareció en redes sociales, transmitiendo en vivo y asegurando que no estaba detenido ni en Portugal ni ante ningún tribunal. Según él, seguía en Estados Unidos y acababa de sufrir un atentado. “Me quisieron matar y además inventarme mil cosas más”, dijo. Créanme, soy inocente (dijo el prófugo).
Si no fuera tan penoso, este capítulo del prófugo y los torpes sería material para La Rosa de Guadalupe. Porque, según sus propias declaraciones, el hombre parece capaz de estar en dos continentes al mismo tiempo.
Mientras tanto, el Tribunal de Apelación de Lisboa decidiría —o ya decidió— si lo detienen con fines de extradición. En México lo esperan dos órdenes de aprehensión… y más de un vecino harto de sus pleitos y amenazas. Pero el enredo mediático le ha servido bien: más seguidores, más ruido y, sobre todo, más atención. Crítico feroz de la 4T —de la que formó parte—, Levy aprovecha el escándalo para venderse como víctima de un sistema podrido que él ayudó a construir.
Ojalá lo detengan, sí. Pero también ojalá lo procesen con apego a la ley (la de verdad, no la de ‘no me vengan con el cuento de que la ley es la ley’). Porque mientras el gobierno federal y la Fiscalía capitalina se ensañan con este caso, a los verdaderos criminales ni los rozan. A Levy lo persiguen con la intensidad que no aplican a los cárteles o a los delincuentes de cuello guinda. Ni al exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez, lo trataron con tanto ahínco. Ni a “El Mayo” Zambada. Bueno, al capo solo lo mencionan para lamentar que ya esté en Estados Unidos.
Entonces, ¿por qué tanta saña con Simón Levy? ¿Porque critica a la 4T? ¿Porque sirve de cortina de humo? Si es así, funciona: el circo mediático mantiene ocupadas las portadas y distrae de los verdaderos escándalos.
Si resulta que Levy no está detenido en Portugal, la Fiscalía de la CDMX habrá cometido un error monumental, que arrastra a la presidenta Sheinbaum en el descrédito. Y si, por el contrario, Levy sí está detenido y mintió con descaro, quedará claro que el exfuncionario es tan mitómano como inestable. En cualquier caso, a estas alturas la credibilidad de ambos está cuestionada.
Y la Interpol, por cierto, no ha emitido ningún comunicado oficial ni tiene ficha pública actualizada sobre Levy. Lo cual no necesariamente significa nada… pero sí dice mucho.
Lo verdaderamente alarmante es que haya quienes prefieran creerle a un prófugo antes que al propio gobierno. Ese es el nivel de desconfianza que la autoridad se ha ganado.
Giro de la Perinola
Otro enredo, otro trabalenguas, otra distracción. La presidenta Sheinbaum aseguró que la Marina efectivamente participó en el operativo para rescatar al náufrago del ataque estadounidense a una narcolancha, pero que no lograron localizarlo.
Vaya prioridades: se moviliza la Semar para buscar a un presunto delincuente extranjero, pero no se hace lo mismo para apoyar a las madres buscadoras mexicanas. En este país, el Estado se lanza al mar para rescatar narcos, no para encontrar a sus desaparecidos.





